Como una sombra, la niñera seguía al pequeño por la fiesta en el jardín mientras él trazaba círculos en su monopatín de plástico, subía al barco pirata o hacía una pausa ocasional para tomar un poco de agua bajo el intenso sol. Nunca lo perdió de vista.
Era un día especial para Teo _su tercer cumpleaños_ en una escena típica de fin de semana en las zonas adineradas de México. Viviana López, de 38 años, vive con Teo y su familia de cuatro integrantes en Ciudad de México, tomándose un fin de semana libre cada 15 días. Y mientras ella le limpia la nariz a Teo, su hijo de 8 años es atendido por los padres de Viviana en un pueblo ubicado a dos horas y media de la capital.
López tiene grandes planes: quiere su propia casa, y ahorra lo que puede con la esperanza de abrir algún día su propio salón de belleza. También quiere darle una vida mejor a su hijo José Carlos: “Eso lo hago por él, por mi pequeñito”, dijo López durante un breve descanso en el que Teo estaba bajo el cuidado de una de sus abuelas.
Nueve de cada 10 trabajadores domésticos en México son mujeres, y desde hace tiempo enfrentan largas horas de trabajo y bajos salarios. Conocidas coloquialmente como “muchachas”, muchas vuelven a su casa por las noches, aunque muchas más viven en casa de sus patrones. Por lo general tienen cuatro días libres al mes.
Para algunas, el día comienza preparando el desayuno de las familias para las que trabajan, vistiendo a los niños para ir a la escuela y después lavando los trastes. El trabajo, que continúa incluso al caer la noche, implica estar disponible para cuidar a los niños ya avanzada la noche y durante las reuniones familiares. En su descanso se retiran a pequeñas alcobas generalmente ubicadas en patios, azoteas, cuartos de lavado o detrás de la cocina.
La sociedad mexicana está reflexionando ahora sobre el papel que desempeñan las trabajadoras domésticas en México y sus condiciones laborales. Hay una gran disponibilidad de ellas en un país donde la mitad de sus 125 millones de habitantes vive en condiciones de pobreza, por lo que es común que las familias de clase media y alta tengan a por lo menos una empleada de tiempo completo o medio tiempo. Pero el gobierno del nuevo presidente Andrés Manuel López Obrador, que asumió el puesto el 1 de diciembre, se dispone a mejorar las condiciones de los trabajadores. Y “Roma”, el reciente filme de Netflix del galardonado director mexicano Alfonso Cuarón, que retrata aspectos positivos y negativos de la familia mexicana, ha ayudado a romper el silencio incómodo sobre la relación entre las empleadas domésticas y las familias para las que trabajan.
La Suprema Corte de Justicia falló el 5 de diciembre que los más de 2 millones de trabajadores domésticos en el país deberían estar inscritos en el sistema de seguridad social, ofreciéndoles mayores derechos y acceso al sistema de salud pública y guarderías gratuitas del gobierno. Esos cambios representarán un costo para los patrones, más el tiempo para realizar los trámites, aunque posiblemente también mejore la relación entre ambos. La cobertura debería costar unos 400 dólares al año, el equivalente a un mes de salario para muchos trabajadores domésticos.
México paga los salarios más bajos de cualquier país miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con un ingreso mensual promedio per cápita de 1.276 dólares. Entre los 35 miembros de la OCDE están gran parte de los países del primer mundo y algunas naciones en desarrollo.
Cuando tenía 12 años, Rocío Campos salió de un pequeño rancho en el estado de Guerrero _en la costa del Pacífico_ para irse a trabajar a una casa de Ciudad de México, y 43 años después continúa cocinando, limpiando, comprando víveres y lavando la ropa de una sobrina de quien fuera su primer patrón. La sobrina inscribió a Campos en el seguro social hace dos años. Ahora ella puede pagar la medicina para su artritis y ahorrar algo de dinero.
Campos dijo que le gustaría seguir trabajando mientras pueda para no convertirse en una carga para sus tres hijos adultos. Mientras molía frijoles negros para la comida en la cocina de su patrona un viernes reciente, Campos _madre soltera_ reflexionaba sobre lo que significará para las trabajadoras domésticas más jóvenes contar con guardería gratuita.
“Cuando una sufre más es por irse a trabajar y no tienes con quien dejarlos”, dijo.
Existe una relación de codependencia entre patrón y empleada que en ocasiones se extiende por generaciones. Los patrones les confían a estas mujeres sus posesiones más valiosas _hijos, joyas y reliquias familiares_ en un país con un sistema penal muy deficiente. En ocasiones, las niñeras cuidan a los niños incluso cuando ya son adultos, y después cuidan a los hijos de aquellos a los que solían atender. Las empleadas domésticas recomiendan a sus primas, hermanas, tías y madres para trabajar. Y esas recomendaciones valen oro.
“Ellas necesitan de nuestro servicio, y nosotras necesitamos el trabajo”, dijo María Isidra Llanos, de 52 años, quien ha limpiado casas y cuidado los hijos de otras mujeres desde que tenía 15 años de edad. Recuerda que en uno de sus primeros empleos había tanto trabajo que terminaba a la medianoche. Una vez que se convirtió en madre, su patrón le permitió llevar a su bebé, al que acarreaba por toda la casa en una caja de madera mientras ella planchaba, cocinaba y trapeaba.
El trabajo parecía interminable. “No sabía poner un alto”, dijo Llanos.
La relación entre patrón y empleada es a menudo íntima, como lo capta Cuarón en la aclamada “Roma”, que transmite la ternura de alguien que sacrifica gran parte de su vida por la casa y los hijos de alguien más. El filme también refleja el menosprecio e incluso la crueldad que sufren muchas trabajadoras domésticas. Cuarón le dedicó la película a Libo, su niñera de la infancia.
Marcelina Bautista, una empleada doméstica que se convirtió en activista, afirma que la película ha ayudado a resaltar el calvario de las trabajadoras domésticas que tienen miedo de exigir mejores condiciones laborales. También está colocando el tema en las conversaciones en todo México.
“Cada vez que la veo, me da mucha emoción”, dijo Bautista con los ojos llorosos después de una función reciente. Al igual que la protagonista de la película, Bautista llegó a trabajar a una vivienda de Ciudad de México después de salir del estado de Oaxaca a una edad temprana, y se comunicaba principalmente en lengua mixteca. Ahora dirige a un sindicato de trabajadoras domésticas con 1.500 miembros.
Cuarón le llamó recientemente a Bautista por teléfono para decirle que utilice su filme como herramienta, relató. Y aunque el sindicato está entusiasmado con el fallo de la Suprema Corte en materia de seguro social, los líderes aún aspiran a obtener contratos, jornadas laborales más cortas y mejores salarios.
En México, la ley establece un máximo de 48 horas de trabajo a la semana durante seis días. Pero las trabajadoras domésticas caen en una zona ambigua en la que muchas tienen que trabajar jornadas de 12 horas. Aquellas que no residen en la casa de sus patrones en vecindarios de clase media y alta deben viajar durante horas en el saturado transporte público para llegar a su hogar en los humildes suburbios.
Desde fábricas a oficinas, los mexicanos trabajan mucho. En promedio, el mexicano pasa el equivalente de 43 horas semanales en el trabajo, más que cualquier otro país de la OCDE. Esas largas horas conllevan grandes exigencias y expectativas de todos los empleados, y el mayor peso recae sobre los que se encuentran más abajo en la escalera salarial.
En los 15 años que lleva como niñera, López les ha dado mucho amor a muchos niños. Algunos de ellos le devuelven el cariño, dice, mientras que otros no.
“Es una gran responsabilidad, pero a mí me satisface”, dijo. “Es como cuidar a mi hijo: el mismo empeño, el mismo cuidado, el cariño. Se encariña uno con los niños”.
Extraña a José Carlos. En especial por las noches, cuando Teo y su hermana de 8 años ya se fueron a la cama, o a la hora del almuerzo, cuando se pregunta si su hijo ya comió.
Jimena Gómez, la madre de Teo, dice que se siente extremadamente agradecida por la ayuda en el cuidado de sus hijos y que todos los días le agradece a López. Ella también trabaja medio tiempo en una empresa de mercadotecnia, por lo que en esas horas la ayuda de López se vuelve crucial.
“México es un país que en esa parte siempre hemos estado muy cómodos, de tener ayuda siempre en casa en comparación con otros países, porque la situación de la necesidad de la gente se presta a que la gente ayude en casa”, señaló Gómez.
Pero cree que la relación entre las matriarcas y las trabajadoras domésticas está mejorando. Al igual que ella, muchas madres están al tanto de programarles descansos y limitar la carga de sus trabajadoras a 8 o 10 horas al día. La jornada de López comienza mucho después de que Gómez ya empacó los almuerzos de sus hijos y los transportó a la escuela. Además recibe días de descanso pagados y un bono anual a fin de año que es obligatorio para los trabajadores pertenecientes al sistema de seguro social en México.
Gómez dice estar completamente de acuerdo con que se inscriba a las trabajadoras domésticas en el sistema nacional de seguro social.
“Es un trabajo como cualquier otro. Tienen que tener una protección en salud, de retiro, como cualquier persona”, señaló. “Es un trabajo muy digno”.
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