Antaño la servidumbre fue una opción de sobrevivencia de las mujeres; hoy en día el trabajo doméstico remunerado sigue siendo una actividad casi exclusivamente femenina. Desde hace varios años está en un proceso de reestructuración interna, pues ha experimentado una especie de flexibilización en la cual la misma persona puede ser contratada para desempeñar múltiples tareas de distintas maneras (por día, por horas, a destajo, por función) e incluso para varios patrones/as.
No obstante dicha flexibilidad, algunos aspectos negativos del trabajo doméstico –la discriminación social, la desvaloración de las actividades que abarca, las condiciones laborales adversas en las cuales se realiza (sin las prestaciones señaladas por la ley y sin seguridad social)– son más resistentes al cambio. Por todo lo anterior, sumado a las dificultades que este sector enfrenta para organizarse y defender sus derechos, resulta crucial la labor de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para impulsar el “trabajo decente” para los trabajadores del hogar. Esta valiosa iniciativa de la OIT se concreta en el Convenio 189, que ya México votó a favor, aunque todavía falta que el Senado lo ratifique. Allí se establece que tienen los mismos derechos básicos que los demás trabajadores.
La doctora Mary Goldsmith, profesora en la UAM-Xochimilco, señala que la terminología para hacer referencia a las y los trabajadores del servicio doméstico ha sido tema de debate teórico y político, pues las mujeres que realizan asalariadamente labores domésticas no quieren ser nombradas “sirvientas”, y la palabra “doméstica” les genera incomodidad a algunas. Relata: “Por ejemplo, muchas de las afiliadas a la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (Conlactraho) han rechazado ser llamadas domésticas, porque este término evoca la noción de ser domadas, como animales. En cambio unas cuantas organizaciones utilizan el término ‘trabajadora doméstica’ con el fin de ser entendidas con facilidad por el resto de la sociedad. Pero estas organizaciones dejan de lado que dicho término no diferencia su condición de la del ama de casa”.
Goldsmith, quien no sólo investiga, sino que también ha acompañado desde finales de los años setenta los procesos de organización de estas trabajadoras, cuenta: “En la Ciudad de México, en 2000, se hizo una campaña para la dignificación del trabajo doméstico; esto abarcó la búsqueda de un nombre propio de las trabajadoras domésticas. En una consulta a 2 mil 123 dedicadas a esta ocupación, ganó el término empleada del hogar (498 votos), seguido por trabajadora del servicio doméstico (421), trabajadora del hogar (399) y empleada del servicio doméstico (373)”. Agrega que, aunque algunas organizaciones gremiales han optado por el término “trabajadora del hogar” para subrayar su estatus como trabajadora, la ventaja del término “empleada del hogar” es que así no se produce confusión con el ama de casa, que también es una “trabajadora del hogar”.
El Convenio 189 plantea que tratar a las empleadas del hogar igual que a las de otros gremios u oficios implica que habrá que definirles claramente condiciones de empleo y horarios de labores, hacerles contratos de trabajo, ingresarlas al Seguro Social y otorgarles vacaciones pagadas. ¡Un cambio brutal en lo que han sido y siguen siendo los “usos y costumbres” de las y los patrones en nuestro país! Además, la ratificación del Senado supondrá alinear la legislación, los programas y políticas públicas. ¿Será por eso que el Senado se está tardando tanto en cumplir su parte?
Hace ya cuatro décadas, en 1974, un año antes de que se efectuara la Primera Conferencia de la Mujer de la ONU, Lupina Mendoza nos invitó a la Secretaría del Trabajo a algunas feministas a revisar las leyes laborales para eliminar la discriminación contra las mujeres. Cuando señalamos que había que reformar el artículo de la Ley Federal del Trabajo, donde se otorgaba a los trabajadores domésticos sólo “el tiempo necesario para tomar sus alimentos y su descanso por la noche”, nos miró con tristeza y dijo: “Eso no lo vamos a poder cambiar, pues así es la costumbre”. Años después (en 1980) Goldsmith y otras feministas formarían el Colectivo de Acción Solidaria con las Empleadas Domésticas (CASED), y en 1987 se crearía ATABAL, otra organización similar. De ahí saldría Marcelina Bautista en 2000 para fundar la primera organización exclusivamente de empleadas del hogar: el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH).
Marcelina ha luchado para que se respeten los derechos laborales de estas trabajadoras, tanto en nuestro país como en el continente latinoamericano. Por eso llegó a ser la secretaria general de la Conlactraho. El lunes 31 de marzo, al día siguiente del Día Mundial de la Trabajadora Doméstica, el Conapred le otorgará el Premio por la Igualdad y la No Discriminación en la categoría nacional a Marcelina Bautista. ¡Felicidades por este reconocimiento más que merecido! Ojalá que el reconocimiento de Conapred sea un aliciente para que finalmente el Senado ratifique. Hay que saldar ya la deuda histórica con estas trabajadoras.
POR MARTA LAMAS
/www.proceso.com.mx/368433/de-sirvientas-a-empleadas